Lo que sigue es una parte del "script" (versión al español) del video "Abortion: The Inside Story". El tema de este video es un encuentro organizado en 1995 por el Chicago Pro-Life Action League (Liga de Acción pro vida de Chicago), con ex-abortistas. Las espeluznantes historias que cuentan estos ex-proveedores de abortos legales en EE.UU. muestran la realidad: que el aborto daña tanto a la criatura por nacer como a su madre. También demuestran que legalizar el aborto no lo hace un procedimiento "seguro" e "Inocuo".
Narrador: Joe Scheidler y la Liga de Acción en Favor de la Vida continúan proporcionando un foro para individuos de todo el país, que han estado asociados con la industria del aborto. Algunas de estas mujeres han estado involucradas activamente con la organización abortista Paternidad Planificada y con la Organización Nacional de Mujeres, y algunas administraron clínicas de abortos. Las condiciones en las que se hacen los abortos, según ellas, no serían toleradas en ninguna otra práctica médica. Como verán en este programa, es fácil encontrar negligencia criminal que resulta en daño físico y en la muerte de las pacientes en las llamadas "clínicas seguras de aborto legal".
Judith Fetrow: El aborto supuestamente libera a las mujeres. Esta es una de las mentiras más grandes del movimiento feminista: que para ser mujeres libres, debemos ser copias de los hombres y no debemos tener útero. Que matar niños significa salvarlos y que las mujeres están más seguras y son más autónomas y más capaces de cuidarse y protegerse, si no tienen niños.
Joy Davis: Hace catorce años me ofrecieron empleo en una clínica de abortos en Birmingham, Alabama. Consideré que la oferta era muy buena y que además de ayudar a las mujeres, lucharía por una buena causa, así que acepté el puesto. Al poco tiempo de empezar a trabajar, me di cuenta que no estábamos allí para ayudar a las mujeres. Era un negocio para ganar dinero.
Hellen Pendley: Empecé a trabajar para una de las compañías más grandes del país; hoy en día todavía opera doce clínicas de aborto en los Estados Unidos. En la entrevista inicial me preguntaron: ¿Está usted a favor del derecho de decidir? ¡Claro que sí! respondí, aunque no había pensado mucho en ello. La segunda fue ¿le molesta el hecho de que esto sea un negocio? Dije que no porque tengo experiencia tanto en los negocios como en el campo médico. No había ninguna duda de que yo estaba allí para hacerles ganar dinero. Nadie me dijo: "Espero que usted esté a favor del aborto porque queremos que ayude a estas mujeres".
Joy Davis: Las condiciones de la clínica donde yo trabajaba eran muy malas. No había unidad de cuidados intensivos y la mayor parte del personal no estaba bien entrenado y no tenía experiencia médica. Nunca teníamos el mismo médico, porque rotaban continuamente. Uno de los médicos, Tommy Tucker, me dijo un día que quería abrir su propia clínica, para hacer bien las cosas y tener el mejor equipo posible y empleados muy bien preparados y entrenados. Quería emplear anestesistas para poder usar anestesia general y que las mujeres no sufrieran -porque en la clínica donde trabajábamos las mujeres sufrían mucho.
Hellen Pendley: Yo pensaba que como había trabajado en el campo de la medicina y estaba acostumbrada al ambiente estéril, podría aportar ese conocimiento a la industria del aborto, y hacer que la clínica proporcionara atención médica de calidad a las mujeres.
Joy Davis: Pensé que era una idea maravillosa, acepté su oferta y llegué a ser directora regional de seis clínicas de Aborto en Mississippí y Alabama. Teníamos el mejor equipo, y personal eficiente y bien entrenado, pero les mentíamos a las mujeres para poder ganar dinero. No veíamos muchas mujeres por día, para no tratarlas como ganado. Queríamos dedicarles tiempo y darles la clase de atención médica que necesitaban.
Hellen Pendley: Eso sonaba muy bien, pero en vez de cambiar yo a la industria del aborto, la industria me cambió a mí.
Joan Appleton: En cinco años que estuve ahí, no conocí ni un solo médico que practicara abortos por creer que era un derecho de la mujer. Eso no era lo más importante para ellos. No digo que no existan, pero yo en mi clínica no lo pude comprobar.
Joy Davis: A los pocos meses, su avaricia se impuso. Le parecía que no ganaba suficiente dinero, así que despidió a los anestesistas porque ganaban mucho. Después de unos pocos meses observando cómo anestesiaban a las pacientes, empezamos nosotras mismas a hacerlo. Sin tener ni idea de lo que hacíamos. Solo repitiendo lo que habíamos visto hacer. Más adelante despidieron a las enfermeras de la sala de recuperación; después al técnico de laboratorio y así sucesivamente.
Hellen Pendley: Lo primero que hice fue limpiar la clínica por fuera. Pero pronto me di cuenta de que no teníamos ningún equipo para revivir a una paciente en caso de emergencia. En el estado de Georgia, de donde soy, y donde dirigía esta clínica, estábamos regulados por el estado, pero éste no requería que tuviéramos equipos de resucitación médica, ni sala de recuperación equipada, a pesar de que practicábamos abortos con anestesia general.
Luhra Tivis: Es como una planta de ensamblaje. No requiere mucho capital. Probablemente el equipo más costoso que tiene es el de sonogramas.
Hellen Pendley: Pronto empecé a ver las cosas como las ven los abortistas, es decir, cuantos más abortos practiquemos, más dinero ganaremos..
Joy Davis: Comencé a entrevistar a personas que no tenían conocimientos médicos en absoluto para que hicieran trabajo de anestesistas, técnicos de laboratorio, enfermeras y hasta de médicos.
Dina Madsen: No se requería ningún tipo de conocimiento médico para el puesto, solo se necesitaba aceptar el aborto.
Joan Appleton: He detectado grandes diferencias entre las clínicas de aborto en cada estado. En la clínica de Falls Church, Virginia, donde yo era enfermera jefe, trabajábamos principalmente enfermeras y técnicas de laboratorio y no había otras empleadas, aparte de las secretarias. Después de mudarme a Minesota, encontré que en las clínicas independientes no había personal médico, aparte del médico que practica el aborto.
Joy Davis: Yo contraté y entrené gente de la calle sin conocimientos médicos. Veíamos aproximadamente 10 mujeres por día, pero eso no era suficiente. Empezamos a ver tantas como podíamos admitir en cada clínica. Pero como el médico no podía estar en todas partes, me entrenó a mí. Yo no estuve ni un día en una escuela de medicina, era solo una técnica de ultrasonido. Tenía experiencia de negocios, pero no sabía nada de medicina, excepto lo que durante años había visto hacer a los médicos. Entonces comencé a practicar abortos, cirugía, poner Norplants, criocirugía, Papanicolau y exámenes pélvicos. Hacía todo lo que él hacía y estaba orgullosa porque veía que lo hacía mejor que él. Todos los empleados decían: "Necesita ver a la Dra. Davis", porque pensaban que yo era mejor médico que él. Nunca tuve problemas con las pacientes. No tuve que hospitalizar a ninguna mujer; las de él, por el contrario, había que hospitalizarlas en condiciones muy críticas casi todos los meses, con histerectomías o tejidos retenidos. A sus pacientes les pasaban todo tipo de desgracias.
Judith Fetrow: Es difícil estar involucrada en la industria del aborto por un tiempo y seguir creyendo que es un procedimiento seguro. Aún con los mejores médicos, hay muchas complicaciones menores y a veces, mayores. Vi como el Dr. William Pierd le perforó el útero a una mujer y después le mintió acerca de la gravedad de la perforación.
Joy Davis: Yo contraté y entrené gente de la calle sin conocimientos médicos. Veíamos aproximadamente 10 mujeres por día, pero eso no era suficiente. Empezamos a ver tantas como podíamos admitir en cada clínica. Pero como el médico no podía estar en todas partes, me entrenó a mí. Yo no estuve ni un día en una escuela de medicina, era solo una técnica de ultrasonido. Tenía experiencia de negocios, pero no sabía nada de medicina, excepto lo que durante años había visto hacer a los médicos. Entonces comencé a practicar abortos, cirugía, poner Norplants, criocirugía, Papanicolau y exámenes pélvicos. Hacía todo lo que él hacía y estaba orgullosa porque veía que lo hacía mejor que él. Todos los empleados decían: "Necesita ver a la Dra. Davis", porque pensaban que yo era mejor médico que él. Nunca tuve problemas con las pacientes. No tuve que hospitalizar a ninguna mujer; las de él, por el contrario, había que hospitalizarlas en condiciones muy críticas casi todos los meses, con histerectomías o tejidos retenidos. A sus pacientes les pasaban todo tipo de desgracias.
Judith Fetrow: Es difícil estar involucrada en la industria del aborto por un tiempo y seguir creyendo que es un procedimiento seguro. Aún con los mejores médicos, hay muchas complicaciones menores y a veces, mayores. Vi como el Dr. William Pierd le perforó el útero a una mujer y después le mintió acerca de la gravedad de la perforación.
Dina Madsen: Yo diría que más de la mitad las mujeres con las cuales trabajé se habían practicado varios abortos, y no dejaban que ninguno de los médicos las tocaran jamás; sin embargo, todos los días les decían a otras mujeres que eran unos médicos maravillosos, que no les iban a hacer ningún daño y que eran los mejores. A veces las mujeres les preguntaban: ¿Ustedes se han hecho algún aborto? Y ellas tenían que responder que sí, pero no con él.
Joy Davis: Me enorgullecía porque yo no tenía esos problemas. Mis pacientes me querían porque me tomaba mi tiempo y les daba mucho amor pero en realidad estaba arriesgando irresponsablemente sus vidas. De las miles de pacientes que vimos, no recuerdo ni un nombre, ni un cara. Me refería a ellas según lo que pagaban. Ese es un caso de cuatrocientos dólares, ese es un caso de cinco mil dólares. No las veía como personas, sólo como números.
Hellen Pedley: Si quiere saber la verdad nunca las vi como mujeres. Para mí, si eran tan estúpidas como para creer nuestras mentiras, se merecían exactamente lo que íbamos a hacerles; esa era la forma en que yo las trataba.
Dina Madsen: Debo admitir que no les tenía mucha lástima. Yo pensaba: -bueno, si se metió en éste problema, ahora aguántese.
Joy Davis: Un día una jovencita vino para un aborto tardío en el segundo trimestre. Nosotros poníamos fin a embarazos aún en su fase terminal. El doctor vino, le practicó el aborto mientras yo asistía con la sonografía y dejó la sala apenas terminó. Ella estaba todavía bajo anestesia general suministrada por una persona no profesional.
Hellen Pendley: A los médicos de nuestras clínicas no les importaban los pacientes, lo cual es común en todo el país. Los ginecólogos que trabajan en su práctica privada y venían a nuestra clínica cuando alguna de sus pacientes tenía complicaciones, me llamaban a mí. Pero yo no soy médico, ni estoy entrenada para evaluar problemas como hemorragias postquirúrgicas. No estoy capacitada para poder diagnosticar y recetar un tratamiento pero lo hice durante tres años porque me lo exigían . Cuando me llamaban después de cerrar la clínica y me decían: "tengo hemorragia; ¿qué hago?" ese era mi problema, no el del médico. Yo era la persona de guardia, quien recetaba las medicinas.
Joy Davis: La llevé al cuarto de recuperación, me quedé con ella e hice todo lo posible para estabilizarla, pero comenzó a sangrar mucho y no pude contener la hemorragia. Corrí a donde estaba el médico y le dije: "tiene que ayudarme, se está desangrando y no sé que hacer." El dijo: "examínela, averigüe porqué está sangrando y pare la hemorragia. Así de simple; estoy ocupado."
Judy Fetrow: La complicación más horrorosa que presencié fue la de una mujer que dejó de respirar durante el aborto. El Dr. Michael Sussman simplemente salió de la sala al terminar; a pesar de que le dije que la paciente no respiraba y me dejó sola con ella. Cuando el médico tuvo que regresar, ni siquiera siguió el procedimiento indicado para esa emergencia. Fue un milagro que la mujer no muriera.
Joy Davis: Yo hice todo lo que sabía, pero ella seguía sangrando. Llamé un ambulancia para llevarla al hospital, y cuando él lo supo se enfadó mucho, canceló la ambulancia y me dijo:"Yo soy el médico aquí y soy el que tomo las decisiones. No podemos enviar esta paciente al hospital en esa condición, nos lincharían. Trate de estabilizarla."
Pero ya había sangre por todas partes. Salía a chorros y no podía pararla. Corrí a pedirle al doctor que me ayudara. Le dije:"si no me ayuda, se va a morir." El me contestó:"Bueno, llame a la ambulancia; yo tengo que tomar un avión", y se fue. Entonces llamé a la ambulancia, que tardó veinte minutos en llegar. Durante ese tiempo me dí cuenta que yo no era médico, y me asusté mucho de haber permitido que me pusieran en esa situación de tratar de salvar una vida, sin saber cómo hacerlo.
Lo otro que pasaba por mi mente era que el doctor ya no era mi héroe. El hizo que yo llegara a ganar 100.000 dólares al año, pero en ese momento me di cuenta de que realmente era un cobarde: se había ido cuando la paciente más lo necesitaba. Se la llevaron y me alegré, por haberme quitado esa responsabilidad y porque estaría en el hospital, con médicos que podrían encargarse de ella. Hasta que me llamaron del hospital para decirme que había muerto. Entonces empecé a tener pesadillas en las que veía su cara cada vez que cerraba los ojos. Me sentí tan culpable y tenía tanta rabia de que el hombre que yo había admirado fuera tan negligente que todo esto casi me destruyó. Después, el Consejo Médico pidió los informes de la paciente y él se atrevió a cambiarlos, para dar la impresión de que no había sido tan negligente. Me dio los informes originales del historial clínico de la paciente y me dijo que fuera al sótano a quemarlos inmediatamente, que no podíamos ir al juzgado así porque nos iban a linchar; que teníamos que ocultar lo que pasado. Pero no pude: metí los informes en mi maletín, porque sabía que no podría mentir para favorecerle en éste caso. No podía ocultar más lo que él había hecho.
Hellen Pendley: Teníamos un desmenuzador de papeles en mi oficina para que si venía un fiscal al día siguiente, no encontrara ningún informe médico.
Joy Davis: De modo que fuí al Consejo Médico y al Fiscal del Distrito y entregué toda la información acerca de la negligencia que habíamos cometido. Confesé haber practicado medicina sin licencia y suministré la evidencia. Me dijeron que querían que continuara siendo empleada de él, para seguir recopilando información y que este era un caso claro de homicidio por negligencia, pero querían saber más. Así que continué trabajando con el mismo médico y entregándoles información, pero pasaba el tiempo y no hacían nada al respecto. Un día, el Dr. Tucker regresó a Alabama, donde yo estaba en ese momento y me dijo que había tenido muchas dificultades en Mississippi. Me dijo que yo tendría que ir allí, para intentar calmar a los empleados, porque había problemas. Le pregunté qué había pasado Y me dijo: "Bueno, una joven vino por un aborto. Yo pensé que tenía 18 semanas de embarazo; pero resultó que estaba más cerca del término. Cuando le inserté la laminaria entró en parto y dio a luz un bebé vivo y saludable". ¿Y usted qué hizo? Y él me contestó: "qué podía yo hacer? Maté al bebé y todos los empleados están muy exaltados, de modo que usted debe ir a resolver eso."
Luhra Tivis: Una mujer llamó y dijo: "Estoy llamando por mi hija; quiero saber cómo se hace el procedimiento… y añadió: "¿Han tenido alguna vez algún bebé vivo?" Esa pregunta me sorprendió, porque nunca había pensado en esa posibilidad. De modo que pregunté a mi supervisora Elena lo que debía contestar. Elena me dijo: "Respóndale que aquí no hemos tenido ningún nacimiento vivo." Luego averigüé que era mentira.
Hellen Pendley: La vida o la muerte no significan nada en una clínica de abortos. Si no se respeta la vida del no nacido, ¿como y por qué se va a respetar la vida de la madre? Eso no sucede.